En lo más profundo de la noche, Hiroko se encontraba en su habitación, incapaz de conciliar el sueño. La reciente tragedia que envolvía la muerte de su hermana Taeko la atormentaba sin descanso. El miedo y la intriga se entrelazaban en su mente mientras recordaba la macabra escena que presenció en la estación de tren.
Mientras se retorcía entre las sábanas, una sombra tenue comenzó a formarse en un rincón de la habitación. Hiroko sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al ver la figura borrosa de una mujer. Con el corazón latiendo desbocado, reconoció el rostro pálido y los ojos vacíos de Taeko.
La presencia etérea de su hermana la miraba fijamente, transmitiendo una sensación gélida que invadió la habitación. Taeko extendió su mano espectral hacia Hiroko, mostrando un pedazo de papel manchado de sangre. En él, se podía entrever una promesa escrita con letras temblorosas y desgarradas. La maldición que yacía en esas palabras sin descifrar traía consigo un aura de peligro y desesperación.
Sin poder apartar la mirada de aquel mensaje macabro, Hiroko comprendió que su vida estaba en peligro. La maldición de Taeko estaba más cerca de lo que jamás habría imaginado, y las sombras del pasado regresaban para cobrar su venganza.