Bajo la luz plateada de la luna llena, Alejandro observó al líder de los lobos negros con una mezcla de temor y fascinación. Aquel hombre, cuya presencia imponente llenaba la habitación, tenía un aura de peligro y misterio que lo mantenía cautivo. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad casi sobrenatural, mientras su voz profunda resonaba en la habitación.
- "Algún día, serás mío", susurró el líder de los lobos, con una sonrisa intrigante en los labios. Alejandro sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, incapaz de desviar la mirada de aquel ser tan magnético y aterrador a la vez.
A medida que pasaban los días, Alejandro se vio envuelto en un torbellino de emociones encontradas. La línea entre la razón y la pasión se volvía más difusa a medida que descubría los oscuros secretos que envolvían al líder de los lobos. ¿Podría confiar en él? ¿Podía amar a alguien tan peligroso y seductor?
Mientras luchaba por comprender sus propios sentimientos, Alejandro se dio cuenta de que el mundo de las bestias era mucho más complicado de lo que jamás había imaginado. Y en medio de esa confusión, una pregunta se abrió paso en su mente: ¿Estaría mal entregarse al amor, aunque ese amor viniera acompañado de riesgos y peligros inimaginables?