En la oscuridad de aquella noche tormentosa, los destellos de los relámpagos iluminaban la escena del crimen. Los gritos desgarradores resonaban en el pequeño vecindario, recordándome el dolor vivido aquel día de verano. El miedo seguía latente en mí, como un fuego que amenazaba con consumirme por completo.
Mis manos temblorosas sujetaban una pequeña caja de madera, la cual guardaba el oscuro secreto de aquella tarde fatídica. La violencia infantil había dejado su huella imborrable en mi mente, y el arrepentimiento me embargaba al recordar que fui testigo pasivo de aquel acto atroz.
En medio de la confusión y la desesperación, mis ojos se posaron en una mariposa que revoloteaba frente a mí. Fue en ese instante que tomé la decisión que cambiaría mi destino para siempre. Con un gesto decidido, aplasté a la criatura con crudeza, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda al darme cuenta de que aquella mariposa representaba mi inocencia perdida. Ahora, mi alma cargaba con el peso de un asesinato, pero también con la determinación de descubrir la verdad detrás de aquella mentira como las demás.