El silencio se cernía sobre la habitación mientras Ana caminaba lentamente hacia la puerta entreabierta. Había algo en el aire que le helaba la sangre, una sensación de peligro inminente que no podía ignorar. Con paso vacilante, empujó la puerta y entró.
La habitación estaba en penumbras, solo iluminada por la luz débil que se filtraba por las cortinas cerradas. Ana pudo sentir la presencia de alguien más allí; un aliento helado le acarició la nuca, erizándole la piel. Su corazón latía con fuerza, pero su curiosidad era más grande que el miedo que la embargaba.
Fue entonces cuando vio la figura en la esquina, sentada en la penumbra como una sombra. Los ojos de la figura brillaban con una intensidad sobrenatural, clavados en Ana con una mirada penetrante. Sin decir una palabra, extendió la mano hacia ella, invitándola a acercarse.
Ana sintió un impulso irrefrenable de cruzar la habitación y tomar esa mano fría y huesuda. Sabía que su vida cambiaría para siempre en ese momento, pero la curiosidad y la fascinación por lo desconocido eran más fuertes que cualquier miedo.
¿Qué secretos se escondían detrás de esa figura misteriosa? ¿Qué destino le esperaba a Ana al aceptar esa invitación silenciosa? Solo el tiempo lo diría, pero una cosa era segura: visitar la habitación de alguien podía ser realmente peligroso si olvidas llamar antes de entrar...