En una fría mañana de otoño, Yoshioka-san, conocida por su mal humor crónico, se tropezó con Kaito, el chico más amable de la escuela. Mientras ella gruñía por el incidente, él simplemente sonrió y le ofreció una mano para ayudarla a levantarse. Yoshioka-san se quedó atónita, nunca antes nadie le había mostrado tanta amabilidad. Intrigada, comenzó a observar a Kaito en secreto, preguntándose qué lo motivaba a ser tan gentil con ella.
Con el tiempo, Yoshioka-san descubrió que Kaito tenía un pasado oscuro, lleno de desafíos y dificultades. Su amabilidad era su forma de lidiar con el dolor que llevaba dentro. A medida que su relación se desarrollaba, Yoshioka-san se dio cuenta de que, a pesar de su mal humor, también guardaba heridas profundas en su corazón.
Entre discusiones, risas y momentos de complicidad, Yoshioka-san y Kaito exploraron juntos el complicado mundo de sus emociones. Descubrieron que, a pesar de sus diferencias, se complementaban de una manera única. Y en ese proceso, el mal humor de Yoshioka-san comenzó a desvanecerse lentamente, reemplazado por una chispa de alegría que solo Kaito lograba encender en ella.