Bajo el cielo estrellado de la ciudad, Todoroki y Midoriya se encontraron en un parque desolado. La luna iluminaba sus rostros, revelando la angustia y la ternura en sus ojos. Después de tantos años de rivalidad, la verdad finalmente salió a la luz. Midoriya había dejado de perseguir su sueño de convertirse en la heroína número uno, no por falta de fuerza o determinación, sino por un amor prohibido hacia Todoroki.
El héroe de hielo se quedó sin aliento al escuchar las confesiones de Midoriya. Sus corazones latían al unísono, creando una conexión que ni siquiera las batallas más épicas pudieron romper. En medio de la incertidumbre y el peligro, surgía un nuevo tipo de heroísmo: el de entregarse completamente al amor, sin importar las consecuencias.
Entre miradas cargadas de emociones y palabras no dichas, Todoroki tomó la mano de Midoriya y le prometió protegerla, no como un héroe, sino como un amante dispuesto a desafiar al mundo entero por su felicidad. En ese momento, comprendieron que el verdadero poder residía en la fuerza de su amor, capaz de derretir incluso el hielo más frío y purificar los corazones más oscuros. Juntos, se prepararon para enfrentar un futuro incierto, pero lleno de posibilidades y, sobre todo, de amor verdadero.