Allan se encontraba de pie ante una tumba antigua en el cementerio, absorto en sus pensamientos. Una fina capa de niebla se deslizaba entre las lápidas, creando una atmósfera misteriosa. De repente, sintió una presencia a su lado y al girar la cabeza, vio a Edgar, la criatura que él mismo había creado para combatir la soledad.
Edgar sonreía con una expresión demasiado alegre y sus ojos brillaban con una luz inusual. A pesar de sus esfuerzos por aparentar normalidad, algo en él resultaba inquietante. Allan no podía evitar sentir un escalofrío recorriendo su espalda cada vez que Edgar se acercaba demasiado.
La relación entre Allan y Edgar era complicada. Por un lado, Edgar intentaba hacer feliz a Allan con sus payasadas y comentarios optimistas, pero por otro, sus acciones siempre terminaban desencadenando consecuencias inesperadas y oscuras. ¿Qué oscuros secretos escondía Edgar en su interior? ¿Y hasta dónde llegaría para mantener a Allan a su lado?
Entre las sombras del cementerio, la verdad acechaba, esperando ser revelada. Allan se encontraba atrapado en una telaraña de misterios y peligros, sin saber si Edgar era su salvación o su perdición.