Bajo la luz mortecina de la luna, Ilya se encontraba de rodillas en la habitación del emperador, con una sensación amarga en el estómago. La noticia de su embarazo había sido revelada, y el rostro impasible de Kailat la observaba con frialdad. En un momento de silencio sepulcral, el emperador se levantó lentamente de su trono y se acercó a ella con pasos calculados. Ilya contuvo el aliento, preparándose para lo peor.
Sin embargo, en lugar de la furia desatada que esperaba, una extraña chispa brillaba en los ojos del tirano. "Este niño, ¿puede ser mi salvación?", murmuró Kailat para sí mismo, desconcertando a Ilya con sus pensamientos inescrutables. La joven se estremeció al percibir la mezcla de determinación y vacilación en su mirada.
A medida que los días pasaban, la actitud del emperador hacia Ilya se volvía cada vez más ambigua. Entre momentos de ternura inesperada y arrebatos de autoridad despiadada, la joven se sentía atrapada en un torbellino de emociones contradictorias. ¿Qué estaba tramando el hombre más poderoso del reino? ¿Y cuál sería el destino del hijo concebido en aquella noche de pasión prohibida?
Entre intrigas palaciegas y secretos enterrados en lo más profundo de las sombras, Ilya tendría que descubrir la verdad oculta detrás de los ojos del tirano, antes de que fuera demasiado tarde.