Bajo el cielo estrellado, Karina se paró frente a su prometido, con determinación en sus ojos y un anhelo desesperado en el corazón. Sabía que le quedaba poco tiempo, pero aún así decidió desafiar su destino. "Quiero pasar un año aquí", susurró con voz firme, sorprendiendo a todos los presentes. Su prometido la miró incrédulo, sin comprender las razones detrás de sus palabras.
Con cada día que pasaba, Karina descubría una nueva faceta de su prometido, una faceta llena de ternura y sinceridad que nunca había imaginado. A medida que el tiempo se desvanecía, los lazos entre ellos se fortalecían, creando un vínculo irrompible que desafiaba las leyes del destino.
Poco a poco, Karina empezó a deshacerse de sus miedos y rencores, permitiendo que el amor y la alegría llenaran su corazón. En medio de la tragedia que se cernía sobre ella, encontró una razón para vivir, una razón para luchar por cada instante de felicidad que el destino le había negado.
El reloj seguía su implacable marcha, recordándole a Karina que su tiempo juntos era limitado. Pero en medio de la oscuridad, ella encontró la luz del amor verdadero, un amor que trascendía la vida misma. Y en ese efímero momento, Karina supo que, aunque su tiempo fuera limitado, su amor perduraría por la eternidad.