En medio de una noche estrellada, Alisa y su líder se encontraban al borde de un acantilado, observando la hermosa vista del océano. La misión de protección en la que se encontraban los mantenía alerta, pero también les concedía un momento de paz. Alisa no pudo evitar sentir cómo su corazón latía con fuerza al estar tan cerca de él, recordando los momentos de peligro en los que él la protegió con valentía.
Repentinamente, un estruendo rompió el silencio de la noche. En un abrir y cerrar de ojos, una horda de monstruos se abalanzó hacia ellos, dejándolos en una lucha desesperada por sobrevivir. En medio del caos, Alisa y su líder luchaban codo a codo, demostrando una sincronización impecable en combate.
Mientras se abrían paso entre las criaturas, sus miradas se cruzaron en un instante fugaz pero intenso. En ese preciso momento, Alisa supo que sus sentimientos hacia su líder iban más allá de la admiración y el compañerismo. La adrenalina de la batalla se mezclaba con la confusión de sus emociones, creando un torbellino en su interior.
Con cada golpe, con cada movimiento coordinado, Alisa se enfrentaba no solo a los monstruos que amenazaban su existencia, sino también a la verdad que había estado evitando. ¿Qué significaban realmente esos sentimientos que florecían en su pecho en medio de la batalla? ¿Podría encontrar la valentía para enfrentar la complejidad de su corazón en un momento tan crítico?
Mientras el conflicto llegaba a su clímax, Alisa se vio obligada a confrontar no solo a los enemigos que los rodeaban, sino también a sus propios deseos y temores. En ese momento, entre la sangre derramada y el sonido de las armas chocando, la verdadera batalla de Alisa apenas comenzaba.