En una pequeña ciudad costera, Marina y Alejandro eran dos estudiantes de secundaria cuyos destinos estaban entrelazados en un baile eterno de amor y olvido. Cada viernes, bajo el sol naciente, se encontraban en su lugar secreto en la playa, prometiéndose amor eterno con un susurro en el viento y un beso robado.
Pero la tragedia los acosaba sin piedad. Cada lunes, Alejandro despertaba con una hoja de papel en blanco en su mente, incapaz de recordar las palabras dulces que le había dedicado a Marina apenas unos días antes. La mirada confundida de ella rompía su corazón una y otra vez, mientras él luchaba desesperadamente por retener los fragmentos de un amor que se le escapaba entre los dedos.
Entre secretos enterrados en la arena y cartas nunca entregadas, Marina se aferraba a la esperanza de que un día, las mareas del destino traerían de vuelta las promesas perdidas de Alejandro. Mientras tanto, en el crepúsculo de cada viernes, sus almas se volvían a encontrar en un ciclo eterno de amor y olvido, con la esperanza de que esta vez, el amanecer traería consigo la redención de sus corazones rotos.