En lo profundo de la oscura noche, Tokimaru se encontraba en el corazón del cementerio, rodeado de las sombras de las calaveras que lo observaban en silencio. Desde joven, él había tenido el don de escuchar las voces de los muertos, un poder que lo atormentaba día y noche. La princesa que yacía en la cripta susurró con voz quebrada: "Sálvame, sacerdote calavera, libérame de esta condena eterna". Pero Tokimaru, con su mirada fría como el hielo, respondió: "No salvo a nadie, solo escucho a las calaveras para satisfacer mi propio karma".
La princesa, sorprendida por sus palabras, se dio cuenta de las verdaderas intenciones de Tokimaru. Él no era un salvador, sino un ser torturado por su propio pasado. Cargaba con un karma oscuro que lo ataba a la tierra, impidiéndole encontrar la paz que tanto anhelaba. La princesa, con lágrimas en los ojos, suplicó: "¿Cuál es tu verdadero objetivo, Tokimaru? ¿Qué es lo que buscas en este mundo de sombras?".
Tokimaru, con la mirada perdida en la distancia, pronunció unas palabras que helaron la sangre de la princesa: "Mi objetivo es encontrar la redención, pagar por los pecados que me atormentan día y noche. Escuchando las voces de las calaveras, espero encontrar la clave para liberar mi alma de esta prisión eterna". La princesa, estremecida por la revelación, se dio cuenta de que Tokimaru no era solo un sacerdote calavera, sino un alma perdida en busca de redención.
Así, en medio de la oscuridad del cementerio, dos almas atormentadas se encontraron, unidas por un destino marcado por el karma y la búsqueda de la redención. ¿Podría Tokimaru encontrar la paz que tanto anhelaba? ¿Podría la princesa encontrar la salvación en las palabras susurradas por las calaveras? El misterio estaba por desvelarse en medio de la noche eterna.