En una noche oscura y tormentosa, Inoue se encontró cara a cara con Karasuma en un callejón solitario. El corazón de Inoue latía con fuerza, sus ojos brillaban con determinación mientras se enfrentaba al chico que había capturado su corazón.
"Karasuma, necesito que escuches lo que tengo que decir", dijo Inoue con voz temblorosa pero firme. Karasuma lo miró con indiferencia, sus ojos fríos y distantes. "No tengo tiempo para tus tonterías, Inoue. Déjame en paz", respondió Karasuma antes de darse la vuelta para irse.
Pero justo en ese momento, Inoue se desplomó al suelo, sujetando su pecho con fuerza. Karasuma se congeló por un instante antes de volver corriendo hacia él, su expresión inexpresiva reemplazada por una profunda preocupación. "¡Inoue, ¿qué te pasa?!", exclamó Karasuma mientras intentaba ayudar a Inoue a respirar.
Fue en ese preciso momento, en medio de la tormenta, que Inoue se dio cuenta de que, detrás de la fachada fría de Karasuma, latía un corazón cálido y preocupado. Y así, en medio de la lluvia y el caos, nació un nuevo entendimiento entre los dos jóvenes, un vínculo que desafiaría todas las advertencias y los peligros que acechaban en las sombras.