Título: Kenrantaru Grande Scène
En una fría noche de invierno, Kanade observaba a través de la ventana el suave baile de copos de nieve que caían del cielo, recordando el momento en que su admiración por el ballet había comenzado. La presentación de Risa, su vecina, había dejado una profunda impresión en su corazón joven y lleno de sueños.
Decidida a seguir el mismo camino que Risa, Kanade se sumergió en el mundo exigente del ballet. Cada paso, cada posición, cada respiración era un desafío que debía superar. A medida que los años pasaban, su determinación se fortalecía, al igual que su deseo de convertirse en una bailarina excepcional.
Sin embargo, en su camino hacia la perfección, Kanade descubrió que el ballet no solo requería gracia y técnica, sino también sacrificio y dolor. Las lesiones se convirtieron en compañeras constantes, la presión por destacar la consumía lentamente. En medio de la oscuridad, Kanade se enfrentó a la verdad implacable: la belleza del ballet también traía consigo sufrimiento.
Pero en su lucha interna, Kanade encontró una nueva luz. Una luz que no provenía de la perfección, sino de la pasión y la determinación de seguir adelante a pesar de los obstáculos. Se dio cuenta de que ser una bailarina maravillosa no significaba solo ejecutar movimientos impecables, sino también expresar su verdadero yo a través de la danza.
Con renovado vigor, Kanade se preparó para su actuación más importante hasta la fecha. En el escenario, con cada movimiento elegante, con cada emoción palpable en su rostro, Kanade demostró no solo su habilidad técnica, sino también su alma desnuda. En ese instante, en medio del silencio expectante, Kanade comprendió que la verdadera belleza del ballet residía en la determinación de seguir bailando, pase lo que pase.
Y así, con cada paso, Kanade escribió su propia historia en el escenario, una historia de lucha, sacrificio y, sobre todo, de amor por el arte del ballet.