Bajo la luz parpadeante de los fluorescentes del konbini, Kaito observaba a Megumi mientras ella reía con el dependiente de la tienda. Un sentimiento extraño creció en su pecho, una sensación desconocida que lo hizo sentir incómodo. Aquella chica, a quien él había rescatado de unos pervertidos en el tren, se había convertido en una presencia constante en su vida, una molestia adorable que ocupaba sus pensamientos más de lo que le gustaría admitir.
La mirada de Megumi se encontró con la suya y Kaito apartó rápidamente los ojos, intentando ocultar la confusión que sentía. ¿Por qué le importaba tanto lo que hacía o con quién se relacionaba? Agarrando una bolsa de papas fritas de la estantería, trató de despejar su mente, pero la imagen de Megumi seguía allí, grabada en su mente de una manera que él no podía entender.
Caminando hacia la caja registradora, Kaito sintió una ráfaga de celos incontrolables al ver cómo Megumi se despedía del dependiente con una sonrisa deslumbrante. ¿Por qué se sentía así? ¿Por qué le importaba tanto lo que ella hacía o dejaba de hacer? En ese momento, Kaito supo que algo dentro de él estaba a punto de cambiar, que la chica a la que consideraba una molestia se estaba convirtiendo en algo mucho más profundo y complejo.