Bajo la luna llena, Astaroth se erguía en lo alto de su castillo en ruinas, con una mirada fría y calculadora en sus ojos. Como Señor Demonio, su mente estaba llena de estrategias y planes meticulosos. Un consejero se acercó a él con una pregunta inquietante: "Señor Demonio, ¿por qué te preocupas por los aldeanos débiles en lugar de conquistar territorios más ricos?" La respuesta de Astaroth fue sencilla pero impactante: "Un reino próspero es igual a un ejército fuerte. Proteger a los débiles es asegurar mi dominio a largo plazo".
Mientras tanto, en la sala del trono, un espía informó sobre un complot enemigo para desestabilizar la economía del reino. Astaroth escuchó con calma y ordenó: "Dejemos que el veneno financiero se propague, una nación que se autodestruye elimina a su propio enemigo". Su realismo brutal desconcertaba a muchos, pero nadie podía negar su eficacia.
Una noche, cuando la luna estaba cubierta por nubes oscuras, una manada de hombres lobo atacó las murallas del castillo. En lugar de usar balas de plata, Astaroth ordenó: "No ataquen con armas, usen su astucia. Engañen a las bestias para que caigan en su propia trampa". Su enfoque estratégico era tan sorprendente como efectivo, y sus súbditos aprendieron a no subestimar al Rey Demonio realista.
Así, en un mundo donde la magia y la astucia se entrelazaban, Astaroth forjaba su leyenda como un gobernante implacable pero inteligente, reconstruyendo un reino caído paso a paso con su sabiduría de otra vida y su visión única.