El sol se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas mientras Lucas caminaba por el parque con el corazón en un puño. Había decidido confesarle su amor a Martín, su mejor amigo de toda la vida, en un intento desesperado por liberar el peso que sentía en el pecho. Sin embargo, cuando finalmente reunió el valor para hablar, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Martín lo miraba con una expresión sorprendida, sus ojos verdes brillando con confusión.
"Lucas, ¿qué estás tratando de decirme?" Martín preguntó, su voz llena de expectación.
Lucas respiró hondo y finalmente soltó la verdad que había estado guardando durante tanto tiempo. "Martín, me trajiste vergüenza... porque en cada risa tuya, en cada gesto amable, en cada mirada cómplice, me enamoré perdidamente de ti."
El silencio se apoderó del parque, solo roto por el susurro del viento entre los árboles. Martín se quedó sin palabras, procesando la confesión de su amigo. Finalmente, una sonrisa triste se formó en sus labios mientras acariciaba la mejilla de Lucas con ternura.
"Nunca pensé que te hiciera sentir así, Lucas. Y aunque mi corazón pertenece a otro, nuestra amistad siempre será mi tesoro más preciado", dijo Martín, con una mezcla de tristeza y cariño en sus ojos.
Mientras el sol se ocultaba por completo en el horizonte, Lucas comprendió que, aunque su amor no fuera correspondido, la valentía de expresar sus sentimientos le había traído algo más que vergüenza: le había dado la liberación de ser fiel a sí mismo, incluso si eso significaba enfrentar la verdad más dolorosa.