El sol se ponía detrás de los altos edificios de la ciudad, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rojizos. Iori caminaba apresuradamente por las calles, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había tomado la decisión de escapar, de romper las cadenas que la ataban a una vida que no había elegido. Las lágrimas danzaban en sus ojos, mezcla de miedo y determinación.
Se detuvo en un parque, buscando refugio en la tranquilidad que ofrecía. Fue entonces que lo vio: un joven preparando comida en un puesto improvisado. Akira. Su mirada se encontró con la de él, y en ese instante supo que todo cambiaría.
Akira, con su sonrisa cálida y sus ojos comprensivos, le tendió una mano sin dudarlo. Iori sintió una chispa de esperanza encenderse en su interior, una sensación de libertad que creía perdida.
Pero el destino no estaba dispuesto a dejarla escapar tan fácilmente. El prometido, el hombre que la había violado y humillado, apareció de repente, furioso y decidido a reclamar lo que creía suyo.
Entre el caos y la confusión, Iori se aferró a Akira, a ese rayo de luz en medio de la oscuridad. Juntos, enfrentarían el peligro, desafiando todas las reglas impuestas por la sociedad en la que vivían.
¿Podría el amor nacer en medio de la tragedia? ¿Podrían dos almas rotas encontrar la fuerza para seguir adelante, juntas? El destino de Iori y Akira estaba entrelazado en un camino incierto, lleno de peligros y desafíos. Pero en ese momento, en brazos del otro, encontraron un atisbo de esperanza en medio de la desesperación.