En el Salón del Trono de Nazarick, Albedo, la leal guardiana del Rey No-Muerto Ainz Ooal Gown, estaba profundamente absorta en la lectura de un antiguo tomo de hechizos. De repente, una sombra se materializó frente a ella: era Shalltear Bloodfallen, la vampiresa de cabello escarlata.
"Pareces distraída, Albedo", murmuró Shalltear con una sonrisa misteriosa en los labios. "¿Qué es lo que tanto te fascina en ese libro?"
Albedo levantó la mirada, sus ojos dorados brillando con determinación. "Este hechizo podría ser la clave para fortalecer nuestras defensas", respondió con seriedad. "Pero requiere un sacrificio... un sacrificio de sangre".
Shalltear arqueó una ceja, intrigada. "¿Y quién crees que debería ser nuestro generoso donante de sangre?".
Las dos guardianas intercambiaron una mirada cómplice antes de que Albedo respondiera en un susurro sombrío: "El mismísimo Ainz-sama". Una sonrisa siniestra se dibujó en los labios de Shalltear mientras juntas empezaban a urdir un plan para convencer a su amado Señor Supremo. La intriga y el misterio se desconcertaban en Nazarick, mientras las sombras de la traición y el poder se cernían sobre el trono del Rey No-Muerto.
Una nueva conspiración estaba a punto de desatarse dentro de las sombrías paredes de la Gran Tumba de Nazarick.