Bajo el resplandor de la luna plateada, Celestia se encontraba arrodillada ante el imponente Rey Van del Imperio Burg. Sus ojos rojos como la sangre la miraban con intensidad, su figura imponente proyectaba una oscuridad que helaba el corazón de cualquiera. Sin embargo, Celestia no titubeó, mantenía la mirada firme, desafiante.
"Su Majestad, tengo algo que ofrecerle", anunció con voz segura, a pesar de los nervios que la atormentaban por dentro.
El rey entrecerró los ojos, intrigado por la valentía de la joven. "¿Y qué podría ofrecerme tú, una simple esclava?"
Celestia respiró hondo antes de revelar su propuesta. "Tengo el poder de disipar la magia, podría liberarle de esa enfermedad que lo consume."
Un murmullo se extendió por la sala, la corte no podía creer lo que estaban escuchando. El Rey Van, conocido por su aversión a la magia, había sido afectado por una enfermedad mágica incurable. Sus ojos rojos centellearon con un brillo peligroso.
"Interesante", murmuró finalmente el rey. "Demuéstrame tu valía, Celestia."
Y así, un pacto se selló en la penumbra de la noche, donde la esclava se convirtió en la única esperanza del rey. Pero en las sombras del palacio imperial, acechaban secretos oscuros y peligros inesperados. Celestia se adentraba en un mundo donde la magia, el amor y la traición se entrelazaban sin piedad, poniendo a prueba no solo su habilidad, sino también su fuerza y su voluntad de sobrevivir en un reino donde nada era lo que parecía.