Cuando me acerqué a Sekime-san, su mirada gélida parecía traspasar mi alma. Cada vez que intentaba entablar una conversación, sus palabras cortantes me herían profundamente. No entendía por qué, ¿acaso le había hecho algo para merecer su desprecio? O quizás, detrás de esa coraza de indiferencia, se escondía un secreto que ni siquiera ella misma se atrevía a revelar.
Una tarde, mientras caminaba por el pasillo de la escuela, la vi de lejos. Estaba sola, con la mirada perdida en algún punto invisible. Me acerqué con cautela, dispuesto a romper esa barrera invisible que nos separaba. Pero justo cuando iba a hablar, ella se ruborizó, un leve sonrojo tiñendo sus mejillas pálidas.
Y en ese momento, me di cuenta de que bajo toda su fachada de fortaleza se escondía una vulnerabilidad que desataba una maraña de sentimientos en mi interior. ¿Podría ser que Sekime-san no fuera tan fría como aparentaba? ¿Y qué misterio guardaba en lo más profundo de su ser para ruborizarse de esa manera?
Decidí que descubrirlo se convertiría en mi nueva obsesión, desentrañar los secretos de Sekime-san y tal vez, en el proceso, descubrir algo más sobre mí mismo.