Bajo la luz tenue de la luna, se alzaba majestuosa la figura imponente de un mamut lanudo. Sus colmillos relucían bajo el resplandor plateado, mientras que a lo lejos se escuchaban los rugidos de otros seres prehistóricos. Marcos, el joven perdido en el tiempo, observaba maravillado aquel paisaje ancestral. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al darse cuenta de la magnitud de su situación.
Mientras intentaba asimilar lo increíble de la escena, una figura misteriosa emergió de entre las sombras. Era una cazadora habilidosa, de mirada fieramente determinada y largo cabello oscuro trenzado. Con un arco en mano y la destreza propia de una guerrera experimentada, se le acercó sin titubear.
―¿Quién eres tú, forastero? ―inquirió con voz firme, evaluando a Marcos con detenimiento.
El muchacho, aún desconcertado por su nueva realidad, titubeó antes de responder.
―Soy Marcos, un viajero en el tiempo. No sé cómo llegué aquí, pero estoy dispuesto a descubrir la verdad detrás de este misterio.
La cazadora asintió con gesto grave, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
―Bienvenido a la Tierra de los Mamuts, Marcos. Aquí, la supervivencia es la única regla que importa, y la verdad puede ser más peligrosa de lo que imaginas.
Con estas palabras enigmáticas, la cazadora se adentró en la oscuridad de la noche prehistórica, dejando a Marcos solo con sus pensamientos y la certeza de que su aventura apenas comenzaba.