Bajo la penumbra de la noche, un silencioso susurro se escuchaba en el edificio. Ha-ri, la amable y hermosa casera, caminaba por los pasillos con paso firme. Su corazón latía con fuerza, no por el miedo, sino por la incertidumbre que se apoderaba de su ser. Min-Woo, el joven huérfano al que había acogido en su hogar, la llamaba cariñosamente "Tía", pero algo había cambiado en él.
Esa noche, Min-Woo la miraba con ojos distintos, no como el niño inocente de antes, sino con deseo. Ha-ri sintió un escalofrío recorrer su espalda, un nudo en su garganta. Se dio cuenta de que las cosas habían tomado un giro inesperado, un giro que podría llevar su relación a un territorio desconocido y peligroso.
Entre suspiros entrecortados y miradas cómplices, ambos se vieron envueltos en una tensión palpable, en un juego peligroso de atracción y prohibición. Ha-ri luchaba consigo misma, debatiéndose entre sus deberes como casera y los latidos desenfrenados de su corazón. Mientras tanto, Min-Woo se debatía entre la confusión y el deseo, entre la imagen de Ha-ri como una figura materna y como un objeto de deseo.
En medio de la noche, en medio de sus pensamientos tumultuosos, Ha-ri y Min-Woo se encontraban al borde de un abismo emocional, sin saber si debían dejarse llevar por la corriente ardiente que los consumía o luchar contra ella con todas sus fuerzas. Un dilema que amenazaba con romper la frágil armonía de sus vidas y desatar emociones que no podrían controlar.