Baek-hak estaba de rodillas en el suelo, sosteniendo la herida en su pecho mientras el Dragón Azul rugía con furia a su alrededor. Shin-yul, con los ojos llenos de lágrimas, intentaba detener la batalla que amenazaba con destruir el Paraíso. ¿Cómo había llegado a esta situación tan desesperada?
La luna llena brillaba sobre sus cabezas, iluminando la escena de caos y destrucción. De repente, un vórtice de energía oscura comenzó a formarse en el cielo, absorbiendo todo a su paso. Shin-yul sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando se dio cuenta de la verdad: el Paraíso estaba en peligro, y él era la única esperanza para salvarlo.
Con determinación en sus ojos, Shin-yul se puso de pie y se enfrentó al Dragón Azul. Con cada paso, su poder crecía, envolviéndolo en un aura brillante y poderosa. Baek-hak lo miró con asombro, reconociendo en él al verdadero Señor del Paraíso.
En medio de la batalla final, Shin-yul se dio cuenta de que su destino estaba entrelazado con el de Baek-hak y el Dragón Azul. Juntos debían unir sus fuerzas para enfrentar la oscuridad que amenazaba con destruir todo a su paso. En ese momento crucial, Shin-yul entendió que su papel en el Paraíso iba más allá de lo que jamás habría imaginado.