En la penumbra de la mansión del joven duque Rosenstein, el silencio era interrumpido únicamente por el suave murmullo de las velas. La dama Ophelia, con su mirada fija en el reflejo de la luna sobre el lago, recordaba cada instante de su farsa matrimonial. Sus labios, adornados con una sonrisa melancólica, ocultaban la tormenta de sentimientos que la consumían por dentro.
Desde el primer día, ella supo que Orfeo no le pertenecía realmente, que su corazón yacía en brazos ajenos. Sin embargo, la máscara de esposa devota y abnegada seguía intacta, una actuación digna de los mejores teatros de París. Ophelia anhelaba la libertad que el divorcio le traería, ansiaba romper las cadenas que la ataban a un amor no correspondido.
Pero Orfeo, con sus ojos fríos como el acero, se negaba a concederle la libertad. Susurros de intriga llenaban los salones de la aristocracia, mientras el duque se aferraba a su esposa como si su vida dependiera de ello. ¿Qué oscuros motivos se escondían tras su obstinación? ¿Podría ser que, después de todo, existiera un hilo de amor entre ellos, entrelazando destinos en un juego de pasión y engaño?