Bajo la penumbra de la ciudad, Martín, el arquitecto sin dolor, caminaba entre los rascacielos con una profunda sensación de vacío interior. Su vida, desprovista de la capacidad de sentir dolor físico, se había convertido en una existencia monótona y carente de emociones genuinas. Una noche lluviosa, mientras contemplaba el reflejo de las luces de neón en un charco, una figura femenina se le acercó con una sonrisa traviesa en los labios.
Era Sofía, una joven artista llena de vida y pasión, cuya presencia parecía iluminar la oscuridad que envolvía a Martín. A medida que se fueron conociendo, ella descubrió el secreto que él había mantenido oculto durante tanto tiempo. Intrigada por la peculiaridad de su compañero, Sofía decidió desafiar los límites de su mundo y lo introdujo en un torbellino de sensaciones y experiencias desconocidas.
Entre risas y lágrimas, Martín comenzó a experimentar la plenitud de la vida a través de los ojos de Sofía. Su corazón, antes endurecido por la indiferencia, empezó a latir con fuerza ante la intensidad de sus sentimientos. Sin embargo, en medio de la felicidad que inundaba su ser, una sombra del pasado amenazaba con destruir la frágil armonía que habían construido juntos.